Los seres humanos somos increíbles.
Cómo la capacidad que tenemos de sacar fuerzas de dónde no las hay cuando los de nuestro alrededor flaquean, teniendo la necesidad de levantarlos cuando tú ni si quiera puedes moverte.
Ese dolor intenso en el esternón que te recuerda que pese a todo, sigues vivo y que tienes que devolver toda esa vida a aquellos que la necesitan.
Hoy me doy cuenta, de que he pasado toda mi vida sin conocer a las personas con las que convivo.
Jamás habia estado tan cerca de todo lo que soy.
El dolor, la rabia, los gritos, los silencios interminables y el miedo...
todo aquello que pensaba que era y que sin embargo es mucho más que eso.
Y sobre todo, ser consciente de que aquello que creia que eran los dos pilares que aguantaban esta casa también flaquean.
Que no importa si tienes 15 años y un mal de amores, o 45 y toda una vida vivida de la forma que tú menos querias.
Todos somos humanos, y todos tenemos derecho a ser débiles.
Y de la débilidad nace la fortaleza.
Ahora solo siento la necesidad de devolver todo lo que siempre se me ha dado.
Toda la protección que yo malinterpreté. Todos los consejos que quise tirar a la basura.
Todas las rabietas de niña tonta que me hicieron hacer sufrir a las personas que más me han querido y a las que yo más querré.
Todas mis negaciones y mis ausencias, de esa vida de la que yo no me creía parte fundamental hasta ahora.
Hoy he escuchado las palabras más bonitas que puede decirte una madre: estoy orgullosa de ti.
Se aprende mas de una derrota que de una victoria.
ResponderEliminarLo importante es no acostumbrarse a ser/ sentirse derrotada