jueves, 18 de noviembre de 2010

Diecinueve.

Con viento del este hiciste una cama,
soplaste sobre ella para templarla
y con el murmullo de tu voz de agua
me cantabas nanas sin letra.


Y dormíamos tan juntos que amanecíamos siameses,
y medíamos el tiempo en latidos.
Y en tus dedos yo tocaba mis canciones,
dedos de teclas de celesta.


Y tu pulso tamborileaba en mis sienes y muñecas
como diminutas patas de ciempiés,
y nos repartíamos los labios y los dientes y el hipo
y del alfabeto las impares.


Y en tus dedos yo tocaba mis canciones,
dedos de teclas de celesta...

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