El cuerpo me pesaba 20 toneladas. Y me costaba despegar los parpados de los ojos.
Desde que él se fue todo lo que implicará hacer demasiado esfuerzo físico me costaba horrores. Quizás por que llevaba varios dias sin comer prácticamente nada, o quizás por que ya no me quedaban fuerzas en el cuerpo para ponerlo en marcha.
Si. Él se llevó mi último aliento, mi último soplo de vida.
Aún así cada mañana conseguía incorporarme y andar a pasos cortos y pausados hacía el baño.
El espejo me devolvía el reflejo de una completa desconocida. No sabia quien era esa criatura de aspecto cadavérico que me miraba con esos ojos tan vacíos. Tan ausentes de luz.
A veces podía pasarme horas quieta frente al espejo intentando encontrar una respuesta a las mil preguntas que tenía en mi cabeza, y que no me dejaban vivir.
Así empezó todo...
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