Nos despedimos con un cariñoso abrazo.
Un gesto con la mano y ella desapareció dentro del portal de su casa.
De repente rompió a llover.
-Mierda-pensé-voy a pillar un catarro de los buenos.
Así que me puse la capucha y encendí mi Ipod.
Lista de reproducción francesa para días de lluvia, una tiene que estar preparada para todo.
Sonaron las primeras notas de La vie en rose y con un gesto prácticamente involuntario, me quité la capucha y miré hacía arriba.
Las gotas me acariciaban con suavidad la piel, y me resultó algo tremendamente agradable.
Así que empecé a caminar mientras la voz de Edith Piaf se metía dentro de mi.
Cerré los ojos, sin dejar de caminar y por un momento olvidé todo lo que días atrás me había estado torturando.
Reconocí aquella maravillosa sensación casi al instante. Ese era uno de esos momentos que solo ocurren un par de veces al mes o una vez en la vida, en los que el universo conspira para que seas absoluta y plenamente feliz.
Así que sin dejar de caminar, y don los ojos aún cerrados, sonreí cómo hacía tiempo que no hacía.
Absolutamente nada en el mundo podía romper ese momento.
Y pensé que,
si ese momento durase toda la vida,
me explotaría el corazón y me moriría allí mismo.
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