Hoy he salido a la calle por primera vez en mucho tiempo.
No se cuanto exactamente.
Días, semanas o quizá años. No recuerdo.
El sol me quema los ojos amenazante siento su calidez maternal sobre mi piel.
Ya no recordaba lo que era aquello.
Había olvidado el color del asfalto y el mundanal ruido que todo lo invade.
Doy los primeros pasos, temblorosa, con cierto recelo.
Me asusto al ver que ya estoy fuera, pero estoy dispuesta a seguir adelante.
Camino sin ningún destino en concreto.
La contaminada brisa me acaricia la piel con delicadeza. Ya no tiemblo.
Camino alzando la vista, observando todo lo que me rodea.
Y me doy cuenta, de que por primera vez estoy observando el mundo con mis propios ojos.
Nunca antes me había fijado en algo tan simple cómo el numero de farolas que hay en mi calle o el movimiento de los árboles a mi paso.
Me siento vulnerable y fascinada, cómo si acabará de nacer.
Por primera vez en mucho tiempo no tengo miedo a no tener a nadie al lado para protegerme.
Ya no me asusta la gente.
Me paro para observar mi imagen en el escaparate de una tienda. Sonrío y el reflejo me devuelve la sonrisa.
Me gusta lo que veo.
Hacía un millón de años que no reconocía a la extraña que me miraba desde el otro lado del espejo…
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